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DESCUBRIENDO DINOSAURIOS (III): IDENTIFICANDO A NUESTRO EJEMPLAR

En el post “Descubriendo Dinosaurios (II)” averiguamos que una vez que los restos del dinosaurio eran llevados al laboratorio, lo primero que se hace es preparar los restos para su análisis. Para ello supimos que hay que separarlos de los restos de arena y rocas, y limpiarlos y prepararlos para su estudio posterior. Una vez clasificados los huesos y sus posiciones en el esqueleto, se hacen dibujos y fotografías para dejar constancia de todos ellos. Y se procede a hacer una descripción minuciosa.

Cuando se han descrito todos los huesos, se intenta identificar al animal. Se compara con las descripciones de animales similares, evaluándose de esta manera si nuestro dinosaurio es nuevo o pertenece a una especie ya descrita. Así, hay que realizar un análisis filogenético, es decir, hay que averiguar con qué otros dinosaurios se halla más cercanamente emparentado.

Daemonosaurus family tree

Pelecanimimus fue rápidamente identificado como un ornitomimosaurio, grupo al que pertenece Gallimimus, debido a la especial configuración de la “mano” de estos dinosaurios: poseen los tres metacarpales de una longitud similar, siendo el único grupo de terópodos que presenta este rasgo.

La aparición de un ornitomimosaurio en Cuenca hizo sospechar desde el principio que se trataba de un nuevo dinosaurio, puesto que no se conocía ningún otro en Europa. Sin embargo, no fue hasta realizada la preparación del cráneo, cuando se tuvo absoluta seguridad: se trataba del terópodo con el número más elevado de dientes conocido hasta el momento. Este rasgo permitió elaborar una nueva hipótesis sobre los dientes de los ornitomisaurios. La teoría aceptada hasta entonces postulaba una reducción progresiva del número de dientes, desde la condición primitiva de tetanurinos como Allosaurus, que poseían hasta 80 dientes con coronas curvadas y comprimidas lateralmente, con una amplia separación entre ellos; pasando por los ornitomimosaurios primitivos con unos pocos dientes hasta llegar a los más avanzados, en los que los dientes han sido totalmente sustituidos por un pico córneo.

Pero Pelecanimimus contradecía esa idea. Así que fue necesario desarrollar una nueva hipótesis: partiendo de los tetanurinos primitivos, en los que los dientes están adaptados para cortar y desgarrar la carne, en vez de una reducción progresiva del número de dientes, lo que se produjo fue un aumento. Este elevado número de dientes, presente en los troodóntidos, que tienen unos 120 pequeños dientes, habría continuado sirviendo para cortar y desgarrar mientras se mantuviese la separación entre ellos, pero habrían pasado a tener una función similar a la de un pico cuando esos espacios de separación se hubiesen rellenado, por así decirlo, con más dientes, configurando una línea de corte similar al borde de una sierra. Una vez cambiada la función, evolucionaron sustituyendo esa enorme cantidad de dientes por una estructura mucho más sencilla que cumplía con la misma función, como es un pico. Esta tendencia se puede apreciar por el reemplazamiento, en sentido postero-anterior, de los dientes del maxilar de Pelecanimimus por un borde cortante.

osteolaemus

  Una vez descrito e ilustrado el fósil, cuando se conoce exhaustivamente su estructura esquelética, se procede a añadirle las partes blandas, como los músculos, las vísceras y la piel. Se utilizan los organismos actuales como modelos a seguir, especialmente los cocodrilos y las aves, puesto que ocupan una posición filogenética intermedia entre ambos grupos, y, por lo tanto, es lógico asumir que algunas de sus estructuras también presenten una configuración intermedia. Pero de todo esto, relacionado con el proceso de reconstrucción de los dinosaurios, hablaremos ya en el próximo post.

Cherru web

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