DESCUBRIENDO DINOSAURIOS (II): PREPARANDO EL TRABAJO CIENTÍFICO
En el anterior post comentamos qué ocurre desde que se encuentra un hueso de un posible fósil de dinosaurio hasta que llega para su análisis al laboratorio. Esta semana os explicaremos qué hacen los científicos una vez que tienen en sus manos los fósiles de un posible ejemplar de dino.
Una vez que el fósil llega a manos de los científicos, éstos deben realizar un complejo proceso de preparación de cada una de las partes de la que consta el dinosaurio. Se comienza eliminando los precintos y las gasas de escayola o el poliuretano usado para proteger los restos durante el traslado. Una vez que éstos están al descubierto, se elimina, si la hay, la parte rocosa que rodea a los huesos. Si la roca es caliza se puede disolver usando ácido, normalmente se usan acético o fórmico. Este procedimiento es muy peligroso, ya que el ácido también puede disolver al fósil, por lo que ha de realizarse lentamente y con un control muy estricto de los baños en ácido. Lo más positivo de este tipo de preparación es que, si se realiza correctamente, hasta los más pequeños detalles del fósil quedan al descubierto, perfectamente visibles.
Esta calidad es difícilmente alcanzable con el otro método, conocido como “ataque mecánico”. Se utilizan taladros percutores, muy parecidos a los que usan los dentistas, para ir eliminando la roca. Aunque se necesita un pulso de cirujano, es un procedimiento más sencillo, aunque da peores resultados que el uso de ácido. Sin embargo, es el único posible cuando la roca no es caliza y, por lo tanto, no se puede disolver. Según el hueso va quedando al descubierto, tanto si el proceso se realiza con ácido como si se hace con percutor, se usa una resina para endurecerlo con el fin de protegerlo.
En la preparación de Pelecanimimus se utilizó ácido para descubrir los huesos, puesto que estos eran extremadamente delicados y podrían resultar fácilmente dañados con el proceso mecánico. Sin embargo, y debido a que los fósiles de Las Hoyas aparecen en dos placas y, por lo tanto, divididos en dos, la parte observable en cada una de ellas cuando se rompe la roca es el interior del fósil, no el exterior.
Sin embargo, es la superficie exterior de los huesos la que nos proporciona información sobre el animal, por lo que hay que trabajar la piedra para dejar al descubierto la superficie externa del hueso. Para este fin se utiliza una técnica que se denomina transferencia: se coloca una capa de resina de poliester sobre los huesos, de forma que estos quedan adheridos a la resina. En ese momento se ataca la piedra con ácido fórmico, y una vez que la roca-madre es eliminada, el hueso queda visible por su superficie externa, pegado a la placa de resina.
Una vez realizada la preparación del espécimen, comienza realmente el trabajo científico. Se intenta recomponer las piezas rotas y se hace un inventario del material que se ha recuperado, ya que normalmente no aparecen todos los huesos que forman un dinosaurio, que suelen ser más 300. Se identifica y se describe detalladamente cada uno de los huesos, realizando ilustraciones en varias vistas y posiciones y se hacen tanto dibujos como fotografías de los mismos.
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